Cuando despertamos vemos que cada libro es más emocionante que la vida misma, que el amor es solo una vaga ilusión y nos contradecimos con ella, que no nos hemos enamorado nunca, y que si existe ese sentimiento tiene una fecha de caducidad muy corta, quizás segundos.
Y entonces, sales a la calle, las personas aparecen como una trama de un cuento y crees que todo es una novela que alguien debe leer.
Y es que, hasta el humano que más insignificante creamos, tiene su propio cuento de hadas con la pesadilla de la mano y la emoción del brazo.
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