jueves, 24 de marzo de 2011

Las personas como el aire esfuman lo conseguido
Se llevan lo reconstruido para formarlo en un nuevo parterre donde nadie halla conseguido pisar, dejando huella para que ese cemento sea irrompible.
Somos una pieza clave en este edificio, donde tambaleamos y rompemos ventanas llenas de ilusión, convirtiendo los trozos de cristal en sucias y rotas lágrimas.
Pero, la vida tiene un sentido equívoco, nadie lo entiende, muchos lo ven y padecen de ignorancia para reconstruirlo.
Hemos sido algo grandioso, hemos arrastrado esfuerzo en vano, hemos convertido el mundo en un ser parecido a nosotros: confuso, sensible, indeciso, con dos caminos donde dirigirse; la pérdida o el triunfo.
Tras arreglar ese clavo suelto, abandonamos las herramientas, sin importar el cariño que nos cogieron.
Por eso todo cambia, por eso el amor viene y va, por eso los fuertes resisten y los cansados o débiles buscan algo nuevo que explorar y destruir al tiempo.
Hemos incluso, llegado a dejar de creer en lo fundamental, en el por qué recibimos azotes de todo esto y seguimos sin aprender de ellos, es sinceramente, el rencor natural humano.
Las personas son bloques pesados movibles al soplo de viento.
Quizás es la respuesta por la cual pasa todo esto, quizás por eso los que se agarran con persistencia para no ir acaban en locura y olvido, quizás solo por eso, nadie siente ya realmente de la misma manera por la cual sentiremos alguna vez.
Rompiéndonos el corazón, pasando de los sentimientos que nos regalan para combatir esa rotura.
Humanos, ¿quién nos entiende? ni siquiera nosotros mismos 
El más sabio llegó a descubrir el universo pero no una milésima del suyo.
Y entonces, gritemos viva el mundo, viva el cansancio de las manos que nos rodean y la falsa esperanza que domina el mundo, hasta ahora.
No hay necesidad de un profeta, ni siquiera de leyendas, solo del ser que nació para constituirte y no dejaron salir, tú.
Y quizás por eso, por esto, he venido al mundo. A cambiar el mío.

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