Ese brillo propio de una mujer que llora, es solamente la cobardía de un grito que la calla.
De un golpe tosco a la pared echa cara.
Y ese brillo del iris es la belleza que el valor no deja apagar.
Que la conduce por caminos frágiles para así, luchar derrumbando la dureza y mantener la mirada al frente.
Emoción en mirada, sentimiento en la piel.
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