domingo, 1 de mayo de 2011

Apoyada en el balcón, veo a la gente pasar
Todos caminan en una realidad común, aman en un mundo, y se dejan las palabras en este aire que  hoy respiro.
Sin más, vienes a mi mente como un fantasma cordial que solo quiere charlar en lo más hondo de su ser.
Sabes que fue arrastrante, que llegó un minuto donde lo di todo cayendo.
No he podido asegurar quien eras hasta que me besaste en un adiós sin conciencia de ello.
Y una vez, una sola, temí que las caricias de las noches no callaran tus besos magistrales.
Diste la vuelta y caminaste por un terreno salvaje, por esos lugares donde no sostendría, matorrales infranqueables y un sitio donde no había hueco para el amor que se vivió.
Semanas después de lo sucedido, cometí errores que aprobaron enmendar el pasado.
Viviste de una manera suculenta y temporal hasta que te levantaste de la silla.
Y allí, a medio llorar, comprobé que tu corazón se rindió en la línea de aquel amor.
Nuevamente, sin más, volví a besar, fue raro, extraño en mi lengua, en las venas de mi cuerpo, glorioso en el interior.
Agarraron mi mano de una manera ciega, de esas que te hacen reír sabiendo que debes llorar, que no lo harás.
Por eso te fuiste, por eso te dejé de reclamar.
De este frío en el balcón, saco la conclusión de que acabaste siendo mío cuando yo no fui tuya.
Y cuando quise serlo, ya no correspondía a tu mandato.
Por eso renové, cambié mi forma de mirar.
Mi forma de amar.
Y ya pasado el tiempo, creí a ver perdido la ansia del primer amor.
Hasta que me abren los ojos por la mañana y sé que con mi presencia también a alguien se los abro yo.
Asegurando que se puede volver a enamorar.

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