martes, 31 de enero de 2012

En aquella desolada habitación, quedan un par de gotas silenciosas, sin rencores ni motivos para que toquen el frío suelo.
Las dos personas que se hallaban allí, eran orgullosas, mostraban un cariño superficial, a veces sincero otras con distinto y confuso parecer.




Alardeas de menospreciar un tesoro que te dio. Ni siquiera te paraste a mirar sus manos, en aquellas desgastadas y sucias donde un herido corazón reflejaba limpios sentimientos.
De nada sirve cuando él ya se marchó de ahí, cerrando la puerta con fuerza.
El sonido y los temblores de la pared fueron la respuesta a la vacía habitación que ella recogió antes de irse sin cumplir ese juramento de amor eterno.
No tenía validez, era la necesidad de prometerse algo, de seguir besando unos desgastados labios que callaban verdades tímidas de surgir.
Pues, jamás rozaron el cielo, solo disimularon llegar y en cada interior depositar la palabra "feliz".
Callando las razones, se puede observar como se van derrumbando los muros, como las promesas tan pintorescas cuando ellos estaban ahí...oscurecían.
Ella lo sabía, lo amaba así.
Así fue, como quedó el umbral.
Con unos dedos magullados dejando unas huellas invisibles que tocaron cada parte de su cuerpo, sin precisión, sin experiencia, obteniendo ansias de más, de un elixir que no se podía regalar...
Así fue, así es.
Una historia que desaparece del mismo mundo, con sus ilusiones luchando con la realidad, una batalla jamás resuelta.
Y que no se resolverá, por ello, ella se va.
Por ello, él ignora lo que con una mirada mostró cuando le tocaba, cuando le daba el detalle de no separarse de su vida cuando el destino les gritaba que iba a pasar, cómo se fue deseando una felicidad tan dolida, que es deseada de verdad.

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