lunes, 15 de abril de 2013

Impotencia.
Maldita impotencia.
Ella sujeta entre sus manos el coraje que moribundo, conserva alguna esperanza
Maldita ella que, debe esperar. 
Algo, algo que quizás ni llegará.
No obstante, dos fuimos las que gobernamos su corazón.
Dos que, ciegas perdieron el control exhaustas
Dos que, dejaron marchar un amor sacrificado y luchador.
Sin embargo, entre la oscuridad y la luz de la misma vida, los tres siguieron tres caminos distintos.
Una viviendo un nuevo amor, otro manteniendo la fuerza entre tanta desesperación y ella.
La que no protagoniza la película, la que no tiene derecho pero prefiere optar por él.
La que de rodillas, aprendiendo a caminar, luchará por lo que perdió una vez
Y, esa es la gran diferencia entre las dos.
La que erró y siguió, y la que erró, perdió, siguió, maduró y sintió.
Sintió por él, por la ausencia del que volvió a creer en el amor.
Más que, el corazón es un laberinto que desvanece y hace aparecer salidas sin esperarlo
Eso espera, sentada, aguantando el dolor.
Sin rendición, no quiere, no puede, algo la impulsa a tirarse a la piscina sin tal vez, saber nadar.
¿Dolerá? ¿la rescatará?
Sin acto de presencia, estás aquí.
Ojalá, ella se dice, entre tanta lejanía veas que hay un hueco para tu persona, para que entiendas la situación. 
Hay un sitio para la comprensión, para el perdón.
Donde dos vidas se unieron y se separaron, quedó una tercera que todo lo comenzó.
Uno que muerto o vivo entre los muertos, sigue renaciendo sin sentido alguno
Dándole igual, escalando peldaños y, mirando lo que fueron dos, que pudieron ser uno.
Lucha, lucha sin parar.
Ella, ella te lo va a demostrar.

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