lunes, 23 de febrero de 2015

Sensaciones que desabrochan almas

Desabrocho los botones de tus inseguridades, y te dejas hacer cayendo en mi pecho tembloroso. Jamás pensé que el amor pudiera ser tan adictivo, o es que quizás, confunda dependencia con amar. Pero la realidad es esa, dependo de las sonrisas que brindas a mi rostro, de las miradas con las que recorres mi cuerpo, de las manos que me sujetan antes de caer porque no estás a cada instante aquí.
La toxicidad con la que recorres mis venas es demasiado alta, pero qué más da si puedo morir de énfasis, de un gozo extremo que supera cualquier límite.
Surco tu espalda escurridiza en sueños donde puedo abrazarla por detrás, y donde todo lo que hace falta es que el mundo se tumbe a nosotros, pues ya tumbados en él, nos echamos a volar y la razón se pierde por un tiempo preciso y determinado. No se necesita nada cuando sin tener lo que buscabas, tienes todo lo que menos esperabas. No se precisan palabras cuando el silencio comienza a desvanecerse en la lucidez de un enamoramiento más que evidente. El miedo invade la respiración que ahora, inunda mis pulmones con destino a tu boca. Mis mejores deseos se quedaron reposando en el lado derecho de la cama, donde ahora el frío viste la calidez que apoderó la almohada.
Muchos cuerpos se vuelven sudorosos en ese lado del dormitorio cuando la ausencia de, tal vez, una inesperada emoción que no se olvida de ninguna manera no habita en tu día a día, pero todos esos suspiros que se arrojan de forma artificial y apasionada, no dejan ese aliento cargado de mensajes que no necesitan explicación, que no necesitan más que admirarse. 
Y esa forma de llenarse no puede completarse cuando el vacío se apodera de aquellos abrazos tan llenos, que te hacían recordar que jamás estarías solo mientras yo pudiera cuidar de ti.
Ahora, el olvido de aquellos instantes va al compás de ese vacío que te carga de alivio cuando no tienes el peso de la dependencia de un amor casi surrealista. Pero la conexión que el aire transmite al contactar las lenguas, da paso a un nuevo intento que cae como una gota de lluvia al suelo. Y destrozándose en mil pedazos, se regenera cada vez que sale el sol. 
Y es que aunque ninguno quiera verlo, aunque ahora mismo mi sombra se esconda debajo de tu cama, hay un calor hogareño cuando nos volvemos a encontrar, cuando ninguno quiere mirar el reloj, cuando ninguno quiere permitirse volver a la realidad.
Así que dime, cuántas pueden tocarte y mirarte de esa manera sobrenatural, esa en la cual sus ojos se dilatan porque encuentran el origen de todo en cada pequeño gesto de tu rostro, en cada paso que das o en cada media sonrisa que intentas evitar.
Dime si un día alguien podrá romper el hechizo que nosotros mismos creamos, pues estamos hechizados por un sentimiento tan real, que desaparece con la brisa de la mañana y el frío de la noche. Y que desapareciendo, sigue presente en ese lado de la cama donde otras se acuestan pero no te miran de lado de esa forma que te sacaba esa tierna sonrisa.
Alegrías que transportan otras personas te hacen fijarte en otras aspiraciones, y tal vez la antigüedad de lo vivido no pueda compararse con la evolución del momento, pero siempre tropezamos y caemos por voluntad propia en el mismo sitio, en los mismos brazos, en los mismos besos. El enamoramiento es una característica propia del ser humano, pero todo lo que se viene un día se irá, hoy intentas decirme adiós mientras un nuevo saludo se come mi labio superior. No siempre lo bueno persiste en serlo, y rara vez lo malo es sano. Pero esa rareza es lo que mantiene la esperanza en venenos que son la felicidad para gente que debería pero no se deja ir. 
Y si para ti ya nada es lo mismo, tal vez el cristal que balancea sobre mis lagrimales no cesen ni hoy ni mañana, pero sé que aunque ahora no lo sepas, no quieres dejarme ir. La ceguedad inevitablemente me convierte en patética, pero dejo de serlo un rato cuando me susurras sin abrir la boca lo mucho que me necesitas, lo mucho que me has echado de menos. 
Ahora no lo ves pero muchas pieles sudan y se revientan contra tu nombre en ese lado derecho de la cama sin que ninguna caiga rendida encima de la tuya y duerma apaciblemente al compás del ritmo de lo que sabemos que está y no queremos reconocer: esa unión más fuerte que cualquier historia contada o por imaginar, ese sentimiento denominado amor. 
Ahora no lo ves, pero lo verás. Sea pronto o, demasiado tarde. 
Si logras marcharte, cierra la puerta de golpe y vete con ella, de la mano fuerte para que no te deje ir. Pero medio brazo sigue aferrado a mi hombro, permitiendo que caigamos en algo desconocido pero evitando el duro golpe que nos podemos llevar. Y, ahí se encuentra el problema, en tener miedo del dolor que puede producir un golpe que no abre heridas, sino que las hace sangrar de forma descontrolada para poderla cicatrizar de forma conjunta, de forma en la que ese lado de la cama se encuentre intacto con el olor de mi champú y lleno de besos apacibles, pausados, y llenos de paz. Dando pases hacia delante aunque antes demos dos hacia atrás.
 Muchos opinan que una forma de suicidarse es esa, recuperar lo que está medio muerto, pero no conozco una forma más bonita de demostrar que hay amores incondicionales, que no todas las personas que se quieren se olvidan realmente, que no todos los amores están perdidos de forma eterna, que no toda la confusión y facilidad que se deposita en un nuevo día "sin ti" sirve para algo, que el destino no existía hasta que encuentras a ese alguien que tampoco pensaba en su existencia y de repente, todo cobra sentido. Porque de repente es ese alguien el que lo hace todo diferente, aunque primero te cause dolor, se vaya o no venga en el momento adecuado. Y es esa diferencia la que te permite amar con fuerza a la misma persona que dejaste de hacerlo, aunque antes hubieras aprendido a dejarlo estar.
El amor es ese lado de la cama cálido que, por muchas personas que pasen, no te abrazarán el alma y la vida de la misma manera.  Es esa persona que te hace sentir más que un amor potente, un sentimiento totalmente distinto que te hace débil y fuerte a la vez, que te hace único y realmente te vuelve loco, superando esos amores que te llegan al corazón. Porque este no se apodera de él, simplemente, lo atraviesa en sus brazos. 



Bea Morales Fernández

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