miércoles, 28 de octubre de 2015

Y comienza a nevar. 
Los cuerpos desnudos de esos dos amantes tiritan en la oscuridad y titubean por no saber si rozarse con un abrazo o esquivarse como meros desconocidos. Hace tiempo, el sol brillaba tras sus espaldas y trepaba por sus músculos calando sus huesos. Hace mucho tiempo, en las estaciones más frías el hogar parecía verano, y la cocina contenía los olores de la primavera. No obstante, la nieve se lo llevó todo a su paso con una fuerza descomunal y sin represalias. Nunca había nevado sobre sus cabezas, pero los copos de nieve se revolvían en sus cabellos como si se les fuera la vida buscando una salida. La selva de sus amoríos llenaban de olor exótico las paredes de cada habitación, y los gemidos se escapaban tímidamente de aquellos labios que gritaban de júbilo en silencio. 
Pero... ahora solo nieva. 
Nieva y vuelve a nevar. Así hasta que ninguna estación fue capaz de perdurar vida. Así, hasta que ellos dejaron de acostarse al no encontrar motivos para sentir el verano en la piel y la primavera en el capó del coche o en la encimera de la cocina. 

Bea Morales Fernández 

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