jueves, 3 de diciembre de 2015

El orgullo atravesó el aire de aquella habitación llena de sexo y soledad, ella besaba tímidamente lo que era incapaz de creer sentir, y él se sentaba a esperar un tren pasar. Dos almas soñadoras en un clima de calma maldita. Y mientras llovía en sus corazones, los terremotos destruyeron las paredes de aquel lugar y ellos perecieron bajo el polvo como meros cadáveres llenos de vida. El amor a veces es demasiado cobarde, y fue por no creer en los imposibles como uno desapareció sin más coraje que poder dar y el otro se quedó bajo los derrumbamientos amándola hasta el fin.

Bea Morales Fernández 

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