sábado, 9 de enero de 2016

Nadie entenderá lo que comprendemos por su falta de cohesión y nuestra falta de entendimiento. Nada podrá igualarse porque la locura del dolor que toca a nuestra puerta dejará marcas como ninguna otra huella puede hundir su emoción. El surrealismo se cansa de la realidad y lo coherente desconecta de lo incierto y se hospeda en el devenir del tiempo y de las cosas. Así, el alma se sienta en el andén del quizás y los trenes pasan sin parar porque nadie levanta el pulgar para subirse a una nueva travesía. El mundo explota en quejas y la sordera de los altos cargos besan nuestras quejas personales, y al final tanto lío se queda bajo la almohada y solo somos capaces de reaccionar cuando un cuerpo externo se acuesta con nuestras debilidades. 
Por qué tanto para qué si siempre acabamos eligiendo lo que queremos hasta que, de repente, ya no es suficiente.

Inconformismo, sexo banal y muchas excusas. Así transcurre la vida en el tráfico de los sueños. 

Beatriz Morales Fernández 

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