miércoles, 11 de mayo de 2016

La impotencia irrumpe mis sueños, la incapacidad corrompe mi alma y la soledad, fiel consejera, me advierte de los sucesos repetitivos que se acontecen. Desaparecer con la instantaneidad y columpiarse en el quizás como método de escape mientras nieva sobre las emociones. Lo que has vivido no se puede borrar y la repetición de un suceso te moja los pies hundiéndote aún pudiendo respirar. Abrazas las ilusiones desvanecidas y patéticas del corazón y ni siquiera sientes su calor, no queda donde hospedarse y, tranquilamente, pierdes la calma.
Aviso, peligro de muerte, una crónica poco anunciada pero sí muy sabida empapa los cristales del alma y se sujeta fieramente, la nada está de nuevo en su hogar, muerta de frío tras tanto tiempo en el umbral.

La nada, mi beso de Judas, la camisa que nunca puedo desabotonar.

Beatriz Morales Fernández

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