viernes, 5 de agosto de 2016

Uno debe aprender a convivir consigo mismo 
y a enfrentarse a sus propios demonios. 
Esos que te decoran las paredes de tu existencia 
y te pintan la felicidad de un tono grisáceo. 

Uno debe saber que esos demonios nunca se van, 
se hospedan en el silencio del olvido 
hasta que irrumpen en el sonoro instante de plenitud. 

Abundan en la estancia cuando te asfixias en recuerdos y, 
como si nada,
te asesinan una y otra vez mientras las lágrimas caen sobre tu impotencia.

Uno debe aprender a sobrellevar la carga que el camino te va tirando encima, 
sin olvidar que, aunque intenten matarte,
como un fénix hemos de renacer entre nuestras cenizas,
entre nuestra media vida muerta y la otra media que sobrevive al dolor. 


Beatriz Morales Fernández 

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