martes, 20 de septiembre de 2016

Tejo con las yemas de los dedos un abrigo hecho de las excusas que siempre golpeábamos contra la pared; lágrima a lágrima, un nuevo océano nació entre nuestros dedos de los pies y abrigándome con ese nuevo ropaje de textura maldita, me congelo de cintura para abajo para abandonar un bosque que talabas con la lengua, mientras que el resto de mi cuerpo arde por pensar en todo lo que nos quisimos y en cuanto énfasis pusimos para romper hasta lo que nunca tuvo forma. 

Beatriz Morales Fernández 

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