martes, 11 de octubre de 2016


Mientras el gozo musical taladra las paredes, mi desasosiego se pierde en la multitud; surcando cuerpos, observo ojos que no miran a nada, mentes que no piensan en nada, juventud que no vive lo que es realmente la vida. Víctima más, comprendo que querer a un cuerpo es amar el cadáver de la persona ausente que despertó otras ganas en ti pero que quedaron en cenizas desperdigadas. Ahora es cuando realmente entiendo que los fuegos que se encienden no se apagan nunca, pues se quedan anclados en otros sitios por miedo a hallarse solo. 



Beatriz Morales Fernández 

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