Mientras me acaricio la mente con memorias obsoletas, me dieron ganas de abrazarte y tocarte el cabello como si morir significara aspirar todo lo que constituye tu ser. Mas cuando ya no miras ni hacia atrás ni hacia delante, yo sigo en perpendicular a tender mi mano sobre la tuya y beberme cada lágrima perdida por una sonrisa de tus fauces, esas que devoran mis tardes en trances sin sentido y que se comen las esperanzas de tener lo que nunca se sostuvo porque solo en mi cabeza se construyeron mundos vanos y gloriosamente arruinados.
Beatriz Morales Fernández
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