lunes, 9 de enero de 2017

Reina de la nada más llena

Mi madre me enseñó a ordenar los monstruos que dejaba tirados por la casa, aunque ahora suelo meterlos debajo de la alfombra o los escondo entre los libros de las estanterías del salón en vez de meterlos bajo la cama. Suelo buscar mucho el porqué y poco el quién sabe, lo cual me ha llevado a meterme en tormentas emocionales que te empapan de arriba a abajo. No suelo ser la mejor apuesta y posiblemente aparente más de lo que soy, pero no pierdo la esperanza en cuanto a dejar de recoger monstruos por todos lados, ya sea porque se cansarán o porque sencillamente desaparecerán, y sé que soy terriblemente masoquista al desear que me abandonen pero... ¡vaya! suelo ser más rara que un perro rosa, que eso sí que es complicado de ver. 


Hay días en los que me miro y solo rompo en pedazos la poca autoestima que me sostiene, ya que la desesperación es traicionera y cuando me invita a beber con ella tiendo a emborracharme de nostalgia y a perder el control de mi vida. Sin embargo, antes de salir, me maquillo la alegría y convivo con la observación ante las situaciones que se me presentan. Es complicado ser quien soy ya que no soy nadie, nadie con apellido. A veces tengo segundo nombre y me cuelo en algún apodo como amor, todo o deseo, pero tiendo a desaparecer cuando se desvanece el control de la situación. 

Mas, algo que ahora entiendo, y que antes no podía por el egocentrismo de mi sonrisa, es el porqué coño he querido controlar lo incontrolable, ¿acaso el amor se maneja? Bueno...


Me temo que la lujuria pudo con el aprecio que le tenía a los sueños de princesas.


Beatriz Morales Fernández 

No hay comentarios:

Publicar un comentario