jueves, 2 de febrero de 2017

¿Nunca te has parado a observar con precisión la mirada de una persona por la calle?
Muchas de ellas suplican ayuda, piden auxilio a gritos silenciosos y buscan salir de sus prisiones emocionales y sus problemáticas vitales. Algunas lloran sin necesidad de lágrimas y otras están perdidas incluso cuando coinciden con la tuya; no todas son negativas, hay personas que tienen una mirada llena de felicidad ya sea por un día lleno de buenos momentos o porque están en un momento de su vida extraordinario. Sin embargo, las más hermosas y tristes de ver son aquellas que piden liberarse, que suplican volar y desvanecer toda la carga que muestran sus pupilas, pues la persona que se encuentra en un estado pletórico o establemente bueno no mira, no busca miradas, no necesita que alguien se de cuenta de que no hay luz al final del túnel porque ya ha encontrado su propia identidad y una mirada que no necesita ser contrarrestada. 
Quién busca identificación visual no ha encontrado seguridad en lo que encuentra, es quien roza la felicidad pero no la toca, es el que pierde la fe sin haber saboreado la esperanza. 

Beatriz Morales Fernández 

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