viernes, 19 de mayo de 2017

El verdadero amor de nuestra vida

      El amor de una madre es tan inmenso que ni siquiera metaforizándolo llegaríamos a entender el alcance de tal devoción. Una madre es la reencarnación del sentimiento que produce el tenerlo todo a pesar de la ausencia de muchas otras cosas. Porque madre hay solo una y es esa plenitud que colorea el vacío de las paredes del alma. 

      Tu humanidad es el reflejo de su corazón y solo sus abrazos transmiten la sensación de estar en casa incluso cuando no tienes hacia donde ir en otras cuestiones existenciales y vivenciales. No desaproveches la oportunidad de amarla, demuéstrale tu querencia porque así le das vida a una vejez que se vuelve pletóricamente joven al escuchar esas dulces y suaves palabras que provienen de la vida que engendró: "te quiero, mamá". 

      Una madre es la esperanza que encuentras en la perdición de las habitaciones de tu casa, es la memoria de la madurez que muchas veces perdemos por sentirnos más humanos que seres, es la dicha dentro de la amargura y es el mayor regalo que la vida te dará. Una vez me enseñaron que hay que agradecer todos los presentes que nos otorgan, por eso cuando te miro, mamá, lloro de júbilo en mi interior y grito de orgullo en silencio por tenerte, por haber sido tan afortunada de ser tu hija. 

Beatriz Morales Fernández

martes, 9 de mayo de 2017

El juego

    Un día cualquiera ya no recuerdas donde está la llave. La buscas ansiosamente, llena de furia y maldiciendo el despiste de tu mente que contrariada no entiende que busques algo que arrojaste al vacío de la memoria. Un día, sin más, todo se calma, todo cesa. Esa llave nunca volvió a aparecer y tú nunca más abriste aquella puerta que estaba destinada al fracaso, así es como un corazón roto se reestructura.

    Ya no tocarás al umbral de quien tampoco espera y de quien tú ya no sigues, y ya no mirarás algo que era invisible incluso para aquellos ojos que ciegamente veían esperanza en las ruinas del alma. Inconscientemente, llamabas insensato a quien te dijera que la llave que querías encontrar la habías tirado hacía tiempo a lo inefable del tiempo pero, ¿qué ibas a saber tú si ni siquiera comprendías que la vida transforma en un segundo lo que lleva un letargo pidiendo un cambio?

    La madurez llega y toca a tu puerta cuando un día ya no recuerdas por qué duele aunque a veces escueza, y de esa única manera, entiendes que la llave tampoco quiere que la encuentres porque en un momento determinado de nuestra existencia nos cansamos de jugar al primerizo e inexperto escondite.

    Sin embargo, seguiremos siendo niños adictos al juego pero ya no buscaremos ilusiones ficticias en ese intervalo de tiempo donde buscas, buscas, buscas y vuelves a buscar y solo encuentras el reflejo de una niña que tiene miedo a ser mayor y a mentalizarse de que todo pasa, porque la fluidez del tiempo la marcan nuestras decisiones ante lo que vamos conformando, ante lo que vamos viviendo mientras nos escondemos de la muerte y buscamos esperanza al final del túnel. Ese es el verdadero juego del escondite en el que participamos todos durante nuestra vida. 

Beatriz Morales Fernández 

lunes, 1 de mayo de 2017

    Podría trazar caminos por tu espalda hasta llegar al abismo de tus dudas; inspeccionaría cada parte que no conozcas de ti mismo y me haría aventurera de tus causas perdidas; podría sujetarte incluso cuando no lo necesitas; alcanzaría metas para ti que aún no te has propuesto solo para que entendieras el potencial que tienes; pero todo esto es en vano si entre mis carencias falta el eje que sostiene mis prisas y mis desconsuelos: tu rostro alegre aportándole luz a mi vida, coloreando las sombras grises que me visitan cada noche y besando mi oscuridad para sentir que a tu lado soy mejor persona. 

Beatriz Morales Fernández