miércoles, 26 de marzo de 2014

A veces se pregunta  por qué.
El abandono de emociones hunde en desesperaciones.
Si la nada está viva, inunda las paredes de su alma.
Si la ceguedad puede ver, una línea divisoria entre los sueños y la realidad se paraliza en su caminar.
Todo continua, todo avanza, nadie se vuelve a parar.
Tantas cicatrices que impiden amar, tanta inocencia que impide madurar.
Tanto rencor que impide perdonar, tanto dolor para poder ser feliz.
Muchos sueñan con ser eternos en un destino humano, muchos creen en la gente cuando todos poseen un cuchillo en el bolsillo...
Y es que a día de hoy aún se pregunta por qué.
Porque todo está del revés y nadie saca la valentía necesaria para volver a creer en la humildad, en que existe un beso de amor o una historia que teniendo final ha sido como una fotografía en nuestro corazón.
A día de hoy, aún hay gente que cree en el hombre y a esa misma, se les trata como un animal.
Se le olvida en segundos, tal vez en minutos.
Se les tira por un precipicio cuando jamás te dejarían caer.
Camina y no se detiene, todavía no lo entiende.
La gente cree saberlo todo pero vive en la ignorancia de la codicia mientras unos pocos se caen sin recibir ayuda.
Mientras unos pocos lloran por amistades, por amor o por el mismo echo de tener emociones que florecen sobre la piel.
Mira al horizonte y se pregunta por qué.
Y conoce la respuesta en el fondo: creer en las personas te puede llevar a muchas decepciones, pero todo lo contrario te lleva a una soledad tan inmensa que es imposible volverse a encontrar.
En un lugar sin sentimientos, pocos sienten su palpitar, pero en esa minoría, hay una gran mayoría que cree en el hombre y en su capacidad de amar, aunque no lo haya casi podido comprobar.
Esa es la fe en el hombre, eso es lo que hemos olvidado y no se recuerda en estos tiempos tan difíciles de pasar.
Mientras unos hombres se convierten en máquinas, otros se vuelven aún más humanos.

Bea Morales

martes, 18 de marzo de 2014

Volando se fue la unión de dos ilusiones.
Besos idos, despedidas amargas y dos corazones rogando perdones.
Se marchan, se enlazan por última vez en una mirada.
Viven sin vivir, aman sin ser amados.
Están amándose en una inmensa que sin nombre continúa.
Sin explicaciones ni apenas líneas discontinuas.
Él te ruega en silencio.
Ella llora la falta de coraje de dos enamorados,
que perdieron más que ganaron.
Qué no volverán, que dejaron de entrelazar sus manos.
Todo viene y va, todo acaba alguna vez.
O eso dicen, pues la vida puede marcharse, pero las cicatrices la ven pasar.
Ya se borra el horizonte de los sueños, ya la nada abunda el alma de uno.
El otro vaga sonriendo falsamente al mundo, deseando creer en una mínima posibilidad.
Y, de lo que carecen ambos, es de sentir el amor hasta en su forma más amarga.
Teniendo la posibilidad de conservar un corazón frágil en manos que añoran cuidar.
La canción se acaba y sin melodía, se vuelve su favorita.
Dos abandonados que mañana se reencontrarán, dos pasajeros que creyéndose el papel de amantes, dejan atrás la creencia del intento.
Una realidad, un sueño, una mezcla que deja un sabor amargo.
Dos adolescentes que un día supieron amarse en un sólo minuto, como dos adultos y como dos niños, valorando el sentimiento mutuo, dejándolo ir como un pájaro libre.
Como un navegante que pese a sus pasiones, ama la mar.