viernes, 5 de agosto de 2016

Caer en pedazos.

Sangras sin heridas visibles, te ahogas en un vaso vacío.
Soledad siniestra, miedo atroz.
Quieres sostener lo que consideras real pero entre tus dedos se resbalan las ganas.
La palidez como maquillaje y el sufrimiento como ropaje.
Caer con roturas, con huesos rotos, con la carne descompuesta.
Todo contra ti en tu cabeza, abrazos vacíos que no percibes.
Nada, todo, nada.
Muerte muda, vida sin vitalidad.

Caer en pedazos, entre llantos silenciosos y esperanzas desvanecidas.

Caer.

Solamente caer.

Beatriz Morales Fernández 
Uno debe aprender a convivir consigo mismo 
y a enfrentarse a sus propios demonios. 
Esos que te decoran las paredes de tu existencia 
y te pintan la felicidad de un tono grisáceo. 

Uno debe saber que esos demonios nunca se van, 
se hospedan en el silencio del olvido 
hasta que irrumpen en el sonoro instante de plenitud. 

Abundan en la estancia cuando te asfixias en recuerdos y, 
como si nada,
te asesinan una y otra vez mientras las lágrimas caen sobre tu impotencia.

Uno debe aprender a sobrellevar la carga que el camino te va tirando encima, 
sin olvidar que, aunque intenten matarte,
como un fénix hemos de renacer entre nuestras cenizas,
entre nuestra media vida muerta y la otra media que sobrevive al dolor. 


Beatriz Morales Fernández 

lunes, 1 de agosto de 2016

Hay soledades que se tiñen de gris tras lucir pintorescamente; 
hay destinos entre dedos señaladores y manos entrelazadas; 
hay sombra detrás de la luz;
 hay amores que viven cada vez que mueren; 
y luego estás tú, 
la enfermedad que camufla mis carencias y el puñetazo que me rompe el alma.

Beatriz Morales Fernández