sábado, 25 de marzo de 2017

Muchas veces el imaginario nos hace sentir cosas que dejaron de existir con el paso de la desilusión y la madurez ante la ausencia de lo que se creía eterno. En ese momento donde te abrazas al recuerdo, numerosos estímulos palpitan en el dolor que va muriendo cada día. Esa dolencia, te recuerda lo vivo que estás aunque también te convierta en un soñador de imposibles certeros. En ese instante, abrazas a la nada como al todo que más llena tu alma por esa imagen que recrea tu mente, ahí visualizas lo que más amabas y lo que realmente acabó cuando perdiste otro trozo de algo que metaforizamos con el concepto corazón
Ahora es cuando más lo sientes que sentir, cuando más debes saborear el sufrimiento para hacer memoria y entender que la posibilidad de amar no murió aquel día que, lo que te despertaba una fiera tierna, sexual y llena de vida, huyó. Busca en esa necesidad de poseer lo que nunca ha sido tuyo, la manera de salir. A pesar de la obligación de comprender que esas esperanzas de regreso, de que aparezca por tu puerta o un amor que gane al tiempo, finalizaron para darle cabida a una nueva proyección de ti mismo.

Beatriz Morales Fernández 

jueves, 23 de marzo de 2017

Mi bella bahía

      Se puede sentir a nuestra ciudad cuando en vez de mirarla, la observas con detenimiento y cuando en vez de oírla, escuchas su silencio. En cada rincón de los barrios que hoy se abandonan con mayor frecuencia, hay risas de niños ocultos en la sombra por ese sol constante que caracteriza a nuestro clima un mediodía de Vegueta. 

      En ese puente donde nuestros antepasados veían el constante y escaso río pasar, alguien se paró a pensar que determinaría el futuro de aquella tierra insular que hoy perdemos a cada cimiento. Y es en ese pensamiento olvidado de aquel que ya se ha unido a las raíces del tiempo donde se concentran todas esas ilusiones de prosperidad y desarrollo que perviven en aquellos que quieren sostener su pasado y fomentar un crecimiento saludable en su urbe.

La bahía de nuestra ciudad es el reflejo de la belleza que tiene el isleño en su modo de concebir la vida: paciente, propio de lo suyo, silencioso en su ruido interior. Muchos antes vieron lo que se nos acontecía y solo unos pocos levantaron la cabeza del suelo por la preocupación vital de sobrevivir y el sudor de un trabajo que solo permitía llenar a medias el estómago de su familia.

Pero hoy es nuestro momento, es el instante de conversar de tú a tú con esas calles que piden una dedicatoria para reflejar la idiosincrasia que vamos perdiendo injustamente y para demostrar que somos parte de una identidad vinculada al espacio. Las Palmas de Gran Canaria merece ser amada y recordada por lo que nos ha hecho ser hoy.


Beatriz Morales Fernández 

domingo, 12 de marzo de 2017

Hay circunstancias donde la vida te sienta y te pone una hoja de coevaluación delante. Ella te admite que no es perfecta y que te ha hecho tropezar más de lo necesario y tú, sin salir del asombro, la perdonas porque no te queda más remedio. Sin embargo, evaluarse a sí mismo es más complicado y sabes que cada mañana todo lo que gira a tu alrededor va a cambiar. 

Mirándome fijamente al espejo recuerdo todo lo que he tenido y disolví entre mis manos, también me acuerdo de mi niñez y de esas amistades que se vestían de la inocencia más infantil propia de la edad; además de cada amor que ha podido marcar un antes y un después. Y luego están esas personas que, irremediablemente, se hospedan en ti, primeramente como una herida letal y, posteriormente, como una enseñanza; y es mirándome al espejo cuando recuerdo aquellos abrazos, promesas, cumplidos, desagrados, rechazos, esperanzas y oportunidades que te has dado con cada parte de tu pasado. No duele, tal vez escueza, pero es parte de esa vida que te está evaluando resistir la adversidad para encontrar la alegría rejuvenecida. 

Hoy me hubiera gustado que estuvieras aquí, a mi lado, abrazándome y prometiéndonos juntar cada parte del dolor que nos martirizó tanto tiempo, pero supongo que como nunca llegamos a ese encuentro con nosotros mismos y tampoco nos coevaluamos para prosperar, era propio del camino separarnos para ser felices. Ya no duele esa reflexión, solo me trasmite paz y buenos deseos con los trozos del alma que nunca admitieron su rendición y que nunca dieron por perdido algo que nunca se encontró entre las sábanas, solo en una comprensión no propia de aquel entonces, sino del ahora y del destino que formo cada día junto a mis golpes emocionales y mis esperanzas, propias de las cicatrices que te dejan los fallos que un día podrás evitar. 

Beatriz Morales Fernández 

miércoles, 8 de marzo de 2017

Hoy tu ausencia la notó la ignorancia. Aplausos, risas, festejos y ninguna señal donde recordar a quien abraza el olvido en otros labios. La lluvia de mis ojos empapa mi desconsuelo pero es mi propia mirada la que, ante el reflejo de mi vida, entierra todo lo que el pasado olvidó en casa y nunca vino a recoger. 

Beatriz Morales Fernández