viernes, 27 de mayo de 2016

Love is in the air

Todos buscan amor. 

Unos lo buscan en la variedad de sábanas y curvas para huir de la soledad, erróneamente denominada "pasar un rato divertido sin compromiso" entre los jóvenes y maduritos modernos. 

Otros lo buscan entre abrazos al llegar del trabajo, con un beso tímido y una caricia en la espalda para suavizar las dificultades que tiene la vida.

Algunos lo hallan entre recuerdos y melancolías mientras de fondo se escucha a Joaquín Sabina. 

Algunos otros lo buscan a cuatro para no mirar al sujeto que soluciona parcialmente su dolor. 

Varios lo palpan pero no se atreven a asumirlo, pues se sienten cómodos en la indiferencia sentimental más falsa posible. 

Hay quienes no lo buscan porque aman todo lo que hacen y todo lo que dicen.

Hay quienes no lo necesitan porque les sobra en entidad personal.

Hay quienes lo tienen delante de sus ojos pero miran a través del cristal de otros recuerdos ajenos a su presente.

Hay quienes lo observan a través de la ventana, acariciándose el miembro y mirando a la chica de enfrente entrando a la ducha; u observando al chico que llega sudado del gimnasio.

Hay quienes lo saborean en libros.

Hay quienes se lo topan cuando han perdido la posibilidad.

Hay quienes aman todo lo que no sea lo establecido.

Hay quienes aman más la palabra amor que el hecho en sí.

Hay quienes aman a través de Internet.

Los hay que, cuando aman, lo sienten de verdad.

Y hay quienes no aman, no por carencias afectivas ni por miedos traumáticos, sino porque simplemente no se quieren a sí mismos.

Beatriz Morales Fernández 



Más, siempre más

Nos enamoramos más de la opción a enamorarse que de la persona que aspira a ser nuestro acompañante de vida.

Nos follamos más a nosotros mismos mientras el sexo ocupa el centro de atención del acto que de la persona a la que nos estamos follando.

Nos centramos más en nuestras respuestas que en las preguntas que nos plantean. 

Nos llama más la atención el consejo que daremos que el escuchar las dudas de las personas que nos lo piden. 

Nos llama más lo cómodo que lo que requiere arriesgar, pensar, sentir, escuchar, estudiar.

Nos encantamos más con el precio que con el gesto.

Nos imaginamos más haciendo cosas que ejecutándolas. 

Nos ignoramos más a nosotros mismos, a nuestro interior; que a los rumores e insultos que nos deprimen. 

Nos separan más de lo que nos unen.

Nos manipulan, nos acomodan, nos balancean en un columpio inevitablemente roto. 

Nos hacen mirar más hacia un lado que de frente.

Nos deshumanizan más cada día, nos abandonan a nuestra suerte, nos distraen en obviedades y olvidamos el sentir de la vida y del mundo, el sentir que mueve la Tierra: nosotros mismos, nuestras ganas de amar lo que hacemos y lo que podemos hacer con un poco de esfuerzo.

Con un poco de mucho.   

Con más sentir que pensamiento.

Con más amor que raciocinio. 

Con más posibilidad que verdad.

Con más unidad que separación.

Con más, siempre con más.  

Beatriz Morales Fernández 



Siempre fuiste la excepción. 

El frío de la incertidumbre se apagaba en la hoguera de nuestros cuerpos; las llamas ardían y dejaban un humo transpirable para que, masoquistas, perpetuáramos en aquel segundo. Tú, la piedra certera y previsible con la que tropezaba, siempre me pedías algo que jamás te pude ofrecer: la ilusión. Y tal vez ese fue nuestro peor error, el saber que tras saciar las ganas venía la guerra que dejaba todo lleno de trozos rotos. Aún así, rutinariamente, siempre me sujetabas contra ti y me susurrabas que el amor todo lo puede, que todo pasará; y mientras tú preparabas tu siguiente paso, yo te clavaba un puñal lleno de besos, lleno de amor. Pero siempre volvía a por otra paliza más, a por otro saco de boxeo donde explayar mis dudas y pesadillas. Moría y buscaba más, derramaba todo mi dolor en tu inconsciencia y lloraba sin lágrimas sobre tu insomnio. 
Así te amé hasta que un día, cuando me desangraba de quejas, te vi con distintos ojos. Hasta que, sudados tras rompernos el alma y el cuerpo, te miré y vi a un hombre que teme dejar ir algo que no le hace feliz pero que le hace sentir que no está solo; y a una mujer que persigue más el sueño de algo idílicamente masoquista que lo que realmente siente.
La excepción.

Siempre lo fuiste hasta que dejaste de ser algo para convertirte en un recuerdo que nocivamente sana.

Mi excepción...aquella ya ignorada entre otros quehaceres denominados posibilidades de vivir.  

Beatriz Morales Fernández

jueves, 26 de mayo de 2016

Llueve en el salón del conformismo. 

El mundo continua borracho de apariencias y drogado de pereza mientras yo sufro por ser parte de este juego hipócrita aunque con los ojos bien abiertos. Quisiera alcanzar lo que mi mirada observa tras el cristal, palpar las emociones y creer que la esperanza no es un capítulo más del libro de los sueños. 

Diluvia en el dormitorio del pasotismo. 

Me desvisto pensando en cómo podrían ser las cosas si cada persona pusiese su grano de arena, si todos le pusiéramos ganas. Y, desnuda, me mezclo con el agua para desaparecer por un instante y ser un pedazo de lo inefable, de lo que puede ocurrir si se hicieran las cosas con el corazón. 

Beatriz Morales Fernández 

domingo, 22 de mayo de 2016

Quisiera abrazarte y sentir que vas a estar a mi lado, que todo el dolor que me has hecho pasar servirá para tenernos de nuevo con una fortaleza insuperable. Y mientras te busco entre los silencios, te hallo sentada bajo la resignación buscando un milagro que nos haga volver a empezar. Tú siempre estás a mi lado aunque casi no puedas sujetarme entre tus alegrías. Me proteges del frío que produce esta sociedad deshumanizada aunque, sin embargo, por dentro titirites congelada por no hallarte en casa. 
Me miras, te miro, y nefastamente nos perdemos en la ausencia de los recuerdos. Es inevitable rendirse pero te niegas, me aprietas fuerte y me asfixias de melancolía. 
Muriendo sin aire pasan por mi mente todos los momentos en los que me sentí viva; todos los instantes en los que fallé y acerté; todos los sueños que dejé por el camino o los que se sujetaron fuerte a mi espalda; todos los amores que nunca pude amar en completa desnudez emocional; todas las palizas de la autosuperación...y tú siempre ahí, ausente y cercana a mí. Pero prometo no abandonarte por mucho dolor que compartamos, por todo lo que se nos pasa por la cabeza y por todo lo que nos hace mantener vivo a nuestro gélido de corazón...esencia mía. 

Beatriz Morales Fernández 

miércoles, 11 de mayo de 2016

La impotencia irrumpe mis sueños, la incapacidad corrompe mi alma y la soledad, fiel consejera, me advierte de los sucesos repetitivos que se acontecen. Desaparecer con la instantaneidad y columpiarse en el quizás como método de escape mientras nieva sobre las emociones. Lo que has vivido no se puede borrar y la repetición de un suceso te moja los pies hundiéndote aún pudiendo respirar. Abrazas las ilusiones desvanecidas y patéticas del corazón y ni siquiera sientes su calor, no queda donde hospedarse y, tranquilamente, pierdes la calma.
Aviso, peligro de muerte, una crónica poco anunciada pero sí muy sabida empapa los cristales del alma y se sujeta fieramente, la nada está de nuevo en su hogar, muerta de frío tras tanto tiempo en el umbral.

La nada, mi beso de Judas, la camisa que nunca puedo desabotonar.

Beatriz Morales Fernández

martes, 3 de mayo de 2016

Identidad

Piso mis latidos como si se tratasen de hojas secas desperdigadas por el suelo, corriendo entre pensamientos recuerdo cuantas veces grité en silencio; cuantas veces creí en la divinidad que hacía posible lo imposible; cuantas posibilidades barajé para poder estar con la persona que devoraba mi sentir; cuanta esperanza deposité en la melancolía; y cuantas razones me inventé para seguir creyendo que la vida era más que un sueño entre tímidas pesadillas. Uno va creciendo y con el paso del tiempo se da cuenta de que lo importante no es como obraste sino como ocurrió, como elegiste un camino en vez de otro y como las variantes nacieron de esas decisiones rápidas o costosas que tuvieron que llegar. Uno poco a poco se va dando cuenta de que la magia de vivir se encuentra en no pensar en que hay que valorar cada segundo, simplemente hay que experimentarlo y evaluar con el paso de los días si valió la pena mediante los resultados. 
El amor es propio del ser humano que cree que se puede empezar tras un final, tras un adiós sangriento que nunca termina por cicatrizar. Y el egoísmo es característica singular de los que creen que alguien sanará la herida que otra alma dejó sin necesidad de esforzarse en soledad y enfrentarse a los miedos que fueron creciendo en el silencio del griterío y su pasado. 
Piso mis dudas como si se tratasen de ramas flácidas arrastradas por el viento del invierno y me adentro en misterios que me golpean la seguridad nefasta, la cual me arresta y me transmite un miedo atroz para dejar ir, y es ahí cuando miras atrás y ves que todo consiste en crecer, en entender que los recuerdos son fotografías movibles en la estática memoria, en respirar el aire tóxico y puro que ondea tu destino, en tirarse a la piscina sin pensar en si habrá agua o no, en aprender y no intentar rectificar lo que roto no puede volverse perfecto. Corriendo sin mirar atrás me lloran los ojos por la violencia con la que amo lo que ya no está, me abandono en el ruido que tapona el aire en mis tímpanos y quiero gritar que se acabó, que no sé el qué debe acabarse pero hasta ahí debe llegar, y concluyo con mirarme al espejo instantáneo de lo que fui para explicar por qué destrocé mi futuro por errores que suceden y quedan en huellas de las que hay que rectificar; me miro y me observo, entendiendo que no se puede luchar si no arriesgamos todo en ello; me miro y las respuestas cifradas golpean mi cabeza, y así hallo lo que estaba buscando: la duda, la posibilidad de hacer las cosas de forma diferente en una vida incierta que puede acabar en cualquier segundo. 
Mientras el tiempo no frena por ser una invención del hombre, la cual derrapa como éste en un sinsentido agobiante, miro todo lo que he amado y lo que me amó, y lo agarro de forma inefable para después empujarlo con suavidad hacia el devenir, hacia lo incierto, hacia un camino que queda detrás de mí mientras continúo mi viaje por mi vida, llena de posibilidades que enfrentar, saborear y adentrar para formarme, para ser lo que siempre deseé: alguien que aún no se conoce, alguien que se conoce cada día un poco más. 
No es tarde. 

Beatriz Morales Fernández