sábado, 23 de marzo de 2013

Adiós, dulce y agrio 3 de febrero

Desgarrada es el alma del roto corazón
Sequedad en los labios, aquellos que fueron húmedos...
Dónde pasó, cuándo sucedió
Mientras llueven penurias, el cuerpo se mantiene en pie.
Tú te vas, yo me voy, pero me resigno, mis pies se marchan y mi sentimiento, tan amplio como confuso, te ha correspondido a ti desde que te vi por primera vez sonreír.
Un día de agosto donde tú, me cambiaste la visión del amor.
Todo ha acabado, sin amarme, amándote, merezco medio castigo desgarrador.
Uno que mata lo que intentaba sobrevivir, uno que le rompe la cabeza a la razón
El mundo viene, nuestro mundo se va. 
La realidad no teme, nos ahorca en verdades cruciales que somos incapaces de manejar.
No sirve de nada lamentar este suceso, solo aceptar que ya ningún escalofrío lleno de pasión, recorrerá nuestros cuerpos, que en ningún instante, podré mirarte y decirte todo aquello que debiste escuchar.
El sentido de todo desaparece, de repente, sabes que lo que creías seguro, se tambalea.
Se tambalea entre continuar sin ti o hundirme también sin tu compañía
Quién entiende a estos dos culpables que se asociaron con el dolor y la lujuria, jóvenes soñando con amar.
Amar. Verbo crucial que ilusiona, mata, levanta, remata, te hace caminar hacia otra dirección.
Maldito cansancio, malditos berrinches, maldito aquello que se llevó nuestro amor.
Que atravesó las dos espaldas sin ganas ya de volverse a observar.
Cada detalle, cada risa tras un momento de un verdadero sentir, cada enfado acabado en abrazo, cada llanto acabado en dulces palabras, cada instante donde dos bailarines, sin saber bailar, derrapan por la pista de baile llamada vida.
¡Qué bonito es decir para siempre!
Pero, ¡ay!, qué difícil es decirle adiós.
Ya lo que era distintivo, se volvió similar.
No hay nada qué decir, nada que objetar.
¡Bueno...! Algo sí, algo me queda a mí.
Tu espera y tus pasos cargados de resignación, se revuelven con mi impotencia, con mi falta de entendimiento, con la cobardía que mata lo que podría haberme echo feliz.
Hacemos el amor violentamente, tú con tu fuerte orgullo sin amor, y yo con mi interior roto de angustia y de falsa ilusión.
Sin embargo, frente a este fragmento, más bien, frente a la misma historia, no debemos tirar piedras a lo que un día, fue una hermosa rosa, que murió. ¡Qué falleció sin haber sigo regada!
¿Deseará venganza? Quién sabrá...
Un día, volveremos a amar, solo espero que en ese segundo, recuerdes que fuiste completamente mío, y que yo fui completamente tuya, que tu cuerpo y el mío unidos eran objetos de perfección.
No olvides que aunque te esté esperando, tu vida, mi vida, continuará.
¿Qué harás tú? ¿Qué harás? ¡¿Qué harás?!
Si supieras...
Adiós, hasta luego, hola, ¿cómo te va?, mucho gusto...
Tanto que te diría, y sin embargo, callaré.
Callaré como el punto y final,
que cierra esta parte de la aventura del amar. 


Un día, recordarás, recordaré, si realmente pertenecimos el uno al otro, en algún momento, cuando esto haya muerto, revivirá la duda. La maldita duda del por qué abandonamos, del por qué te dije esto y aquello, la duda del final.
No obstante, lo que acaba, debió pasar.
Y por ello, aunque el dolor beba de cada lágrima llena de recuerdos, de cada minuto que se tardará en enterrar, eterno y fugaz a la hora de volverse a despertar...se sonreirá, se deseará lo mejor y tocarán el cielo sin miedo a volver a volar.

Mi amante voraz, mi amante letal, que lentamente, conquistó mi imperio. Colocándose la corona que seguramente, dejará de pertenecer a su propiedad. 
Como quiso él, como se marchó por la falta de querer.

No hay comentarios:

Publicar un comentario