domingo, 24 de abril de 2011

Sus ojos son los matorrales ocultos de los árboles.
El agua son las salidas de sus párpados.
Un riachuelo cae del alma puesta que ha de regalar.
Sin más, sale a recapacitar la cinta de la película que grabaron una vez.
Vuelve a fijarse en las tomas falsas, en su cabellera abundante contra su seno.
Sus versos entre labios.
La paz que entrañaba hasta a la dureza.
Y en este instante con las rodillas fijadas en la arena, al horizonte le pregunta lo que su aroma responde.


Él era una promesa, era lo infinito ante lo temporal
Era la roca contra la ola.
Era el amor de un corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario